Diario de un trampero

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Encuentro salvaje

Mi oficio de trampero me ha llevado a recorrer Cayos del Alfanje, desde sus pantanos salados hasta las Praderas Templadas. He visto muchas cosas, pero nunca imaginé que las historias del salvaje fueran ciertas. Empezó con los lastimeros gritos de un oso en una trampa. Estaba acechando a la bestia cuando lo vi. Un gran hombre, de imponente estatura, con un cabello y barba salvajes, y ojos de mirada penetrante que escrutaban su entorno. Se movía cual animal, acercándose al oso enfurecido sin miedo alguno. Abrió la trampa, acarició a la bestia agradecida y dejó que se fuera. El paso de los años me ha endurecido, y aun así temo a este hombre. Creo que escuchó el latido de mi corazón, pues su cabeza se giró en mi dirección antes de trepar por un árbol y alejarse por el enramado techo del bosque. En cuanto a la trampa, estaba doblada y retorcida como si estuviera hecha del cobre más fino.