Estas energías son incontrolables
El hedor de los antiguos impregna este sitio. La vomitiva pestilencia de un lugar, antaño natural, corrompido por la perversión. Solo los dioses saben qué maravillas había creado aquí la naturaleza antes de tanta destrucción. La esencia de todas las cosas late con fuerza a través de estas salas cristalinas y, con ella, el poder del cosmos.
Y después está… <i>él</i>. El hombre carmesí ansió dominar este poder oscuro a su antojo, creyendo en su arrogancia que se libraría del horrible destino de quienes vinieron antes. Solo me queda asumir que la muerte fue el precio a pagar por tanto orgullo, pero… no puedo evitar sentir que sigue aquí, de una forma u otra. Aquí, el velo que separa los mundos es muy fino y, en alguna parte, en el otro lado, un ente umbrío acompaña mis pasos. Puedo sentirlo, vigilante, como una cálida respiración sobre la nuca que te eriza la piel.
Varik está decidido a ser rey, y no parará hasta conseguir la ansiada corona. Atalo, sumido en ciega lealtad y ambición, seguirá al señor de la guerra hasta donde diga, y la sed por el conocimiento de la fragua empujará a Halfdan cada vez más hacia el abismo. Tal vez suframos también la misma condena de quienes nos precedieron. Rezaré para que Varik atienda a mis advertencias de contención, pues el uso de estos poderes conlleva grandes peligros.