De una bola de papel basto y arrugado, fuera del Escondite del caballero
Bah, ¡Vladislav piensa que podrá convencerme para que me una a su pequeña banda y busque abalorios y palabras mágicas entre las rocas! Eso carece de honor, gloria o victoria. Nosotros, los Kinjalgard, tomaremos sus baratijas y las expondremos como trofeos en nuestras paredes.
No mataré a sangre fría a uno de los nuestros. He preparado un desafío siguiendo las costumbres viejas y nuevas. Vladislav aceptará. Lo contrario obligará a sus propios hombres a matarle, por cobarde. Entonces los Kinjalgard serán la hoja que cercene las costillas de estos blandos isleños, como preparativo para la llegada del señor comandante, y los ríos de sangre teñirán sus botas cuando toque tierra.
¡Por Kinjalgard! ¡Por la gloria de Iznovgorod!