El conquistador del barro
He solicitado una nueva pala. Otra vez. Pronto estaré cavando con un simple palo. Es lo que me toca ahora, excavar cosas medio comidas por los gusanos o cavar agujeros para echar cosas y alimentar a los gusanos con ellas.
Toda alma necesita un buen confesor, ya sea el hombro de un camarada de confianza o el de un buen tabernero. A falta de ambas, practico con mis cartas para aclarar mis pensamientos. En la aldea se burlaban de mí por la decencia de mis cartas. Hundí bien sus cabezas.
Todos los caballeros adinerados siguen con sus juegos arriba. Rulav y Ulfar no se quitan el ojo de encima, todo por una gota del amor de Atalo. Él, a su vez, suspira por nuestro Señor y Maestro. Mas todas esas turbulencias acaban sobre nuestras cabezas, las de los soldados de a pie.
Todo gira ahora en torno a encontrar las malditas reliquias y baratijas místicas. A esos caballeros belicosos se les cae la baba ante la idea de encontrar cosas así, como si fueran chuchos hambrientos. Perseguimos los rumores de las idas y venidas de magos y conjuradores.
He desenterrado cosas que llevarían tu mente a la locura. Pero no tengo tiempo para la podredumbre. Solo sigo cavando. Soy el conquistador del barro.