Un hallazgo inesperado

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Nos dirigíamos al este desde la Grieta. No nos habríamos fijado en los árboles tan peculiares que nos rodeaban si una de las carretas no se hubiera quedado atrapada en el barro. Mientras los más diligentes intentábamos ponerla en tierra firme, los más ociosos hicieron un descubrimiento fuera de lo común. Me refiero a los Adler, que por fin han hecho algo útil aparte de meter las narices donde no les llaman y no dar palo al agua. En este caso, su vagancia resultó ser una bendición. Los chavales se adentraron en la espesura y se toparon con un bosquecillo de árboles cuya madera emitía una extraña luz azul. Si no hubieran vuelto con unas ramas de esos árboles (las estaban usando como espadas improvisadas, pues desconocían su valor), habrían pasado desapercibidos ante nosotros. Los chicos la llamaron «madera del sino» e insistieron en quedarse sus nuevas espadas. Enseguida nos dimos cuenta de que la madera era muy ligera y resistente, por lo que dejamos el asunto de la carreta a un lado y nos pusimos a investigar la zona. Merece la pena recolectar la madera. Si la usamos para revestir casas y muros, sus estructuras aguantarán lo que no está escrito. Más que un contratiempo, parece que el incidente con la carreta ha sido una bendición. -Ealderman Wincroft