¡Por fin nuestros viajes por la Grieta han dado sus frutos! Hemos encontrado campos con tierra fértil y lo suficientemente aislados como para oír nuestros pensamientos, no como en los asentamientos del sur, en los que apenas se podían distinguir de los gritos y el sonido del hacha al cortar la leña o el martillo al golpear el metal. ¡Y las cascadas que hay en las cercanías son un regalo para la vista!
Los comerciantes de los puestos remotos nos advirtieron de los peligros de la Grieta, pero ahora me doy cuenta de que lo único que pretendían era alejarnos de esta maravillosa tierra. Aquí dejaremos nuestra impronta y construiremos nuestros hogares. Aparte de huellas de oso, no hemos visto mucho más desde que llegamos, y aunque son numerosas, todavía no hemos conocido a sus dueños.
Resulta imposible no preguntarse lo siguiente: ¿por qué tal paraje ha permanecido intacto durante tanto tiempo?
Es como si nos hubiese estado esperando. No podemos sino dar gracias por este regalo de la madre naturaleza. ¡Ahora solo nos queda descargar las carretas y hacer algo útil con toda esa madera!
-Ealderman Wincroft
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