La rabia de la tormenta ha disminuido, pero los extranjeros siguen apareciendo en la orilla. Según el último recuento, más de 80 barcos podrían haber llegado a recalada, pero muchos más podrían estar perdidos en el muro de tormenta. Además, han demostrado ser marineros competentes, y muchos hasta ahora han permanecido en el mar abierto con la intención de rescatar a aquellos cuyos barcos se han perdido en el mar.
De aquellos que llegaron a recalada, algunos portan los atavíos tradicionales de nuestros ancestros. Se parecen poco, no obstante, a los soldados con quienes se mezclan. Su armadura segmentada y su librea tienen, para mí, un origen misterioso. Para cuando llegue la noche no tengo duda de que cientos, quizás miles de ellos, habrán llegado a la orilla con intenciones todavía desconocidas.
Propondría una reunión entre todos los moradores del desierto. Debemos valorar la amenaza que suponen los extranjeros y nombrar un emisario para dirigirse a ellos en nuestro nombre. Tales números representan un cambio inevitable en el equilibrio de poder aquí, en Azufre, y sería sabio por nuestra parte posicionarnos en el beneficio.