El decreto del faraón, vol. 2

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No perturbes las tumbas de nuestros ancestros

Imhotep, el grande, el sabio, el misericordioso, quien aconsejó a los dioses del Nilo, ha declarado que los lugares sagrados antiguos de los tiempos de antaño, que antes eran residencia de los dioses en vida, quedarán prohibidos para todos los que ahora habitan en la gran ciudad hasta el momento en el que la divinidad vuelva a las arenas de Azufre. Pues, en su partida, los dioses antiguos colocaron en estos lugares una terrible maldición. Aquellos que, en su orgullo, osen desafiar esta orden, cuidado: desde el inframundo de Duat se verterán las almas de nuestros padres para defender estos templos sagrados por toda la eternidad. Cualquiera que se adentre en esta tierra santa estará obligado a unirse a su guardia inmortal por toda la eternidad. Que este terror no se cierna sobre vosotros y vuestra gente, y escuchad la sabiduría de Imhotep. Dejad que cualquier vestigio de las eras pasadas se pierda como un recuerdo en los eones.