La maldición de la eternidad

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La vuelta al desorden

Escucha y presencia la furia de los dioses del Nilo. Todo plagas y anarquía. Todo salvajadas a manos de enemigos corruptos. Todas las grandes pruebas que han vivido los fieles palidecen en comparación con esto, la revuelta de la Casa de Geb y el alzamiento de Apofis, Dragón del Abismo. Pues en las profundidades bajo las montañas al oeste de Bhaku, las aguas del Nun hirvieron y se vertieron, y de sus fondos dieron a luz a un gran mal. El poderoso Sutekh, señor del caos y la creación, quien trae el orden al desorden, ha caído. Y, en su ausencia, reina el caos mismo. Fuera del vacío ha dado a luz a criaturas de tierra y aire, y a espíritus de fuego hechos carne. En su furia, el señor primordial de las arenas desérticas ha liberado su ira sobre la gran ciudad, llenando sus pasillos de vida y riquezas con todas las trampas de la civilización. Y, en el desierto rojo, ha reunido a sus serpientes de arena, que se arremolinan bajo la tierra para devorar a cualquiera que ose buscar refugio entre las dunas. Dioses de la misericordia, no abandonéis a vuestros hijos, lejos del hogar de sus ancestros. Quienes respondieron a tu llamada hacia los confines desconocidos para construir tu tierra de juncos. Líbranos de las tribulaciones de los espíritus grotescos invocados desde la infinita oscuridad de Duat para que podamos escapar del olvido dormido en las fauces del cocodrilo Ammit, Devorador de almas.