Un rincón tranquilo

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Los lazos de Hasti

En el bazar se puede encontrar todo lo que ansíen el ojo o el estómago. En un día en el que los halcones del desierto vuelan y mueven el viento, como uvas, bebo vino amargo y me cubro la lengua con miel y crema. Si me giro, veo al gran César coronado con el cielo. Aun así, preferiría observar el rostro de mi dulce Hasti que el ceño fruncido del César. Preferiría catar los labios de Hasti, más dulces que los dátiles. Las horas son solitarias, pues ya no puedo volver a traerla. Ya no se alimenta de uvas y miel. Mas su belleza permanece intacta. Sus labios permanecen dulces. Algún día, Hasti, me uniré a ti y nos deleitaremos juntos. Ah, con las uvas tan suculentas que encontremos.