Cuando comenzó el fin
Caí y trepó sobre mí. Sus seis patas ataban mi cuerpo a la arena, sujetándome con fuerza. Sentí fuego cuando algo enorme y afilado se introducía en mi estómago, lentamente, como si la bestia tuviera cuidado para no romperme.
Me aferré a esta ironía igual que un náufrago se aferra a un mástil roto, sin aliento mientras un océano revuelto de dolor atrapaba mi alma y me sumergía en una noche sin sueños.
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