Triste discordia

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La calma antes de la tormenta

Los pretorianos cuchichean junto a las hogueras. Nadie come en exceso y yo duermo con la espada cerca.   Los mensajeros viajan constantemente de nuestro campamento al de Charmion, pero sus esfuerzos son en vano. Anoche no pude evitar oír las voces que venían de la tienda del legado. Y, aun así, no dijo nada. Permaneció allí sentado en un silencio estoico, escuchando las obscenidades que se dedicaban los sacerdotes y nuestros capitanes. A mí solo me queda rezar para que el legado tome una decisión pronto, y con cabeza. Hasta he hecho una ofrenda al todopoderoso Marte… para que nos guíe hacia la victoria en el peor de los casos.