Sobre el hundimiento de la Enéada
Sé que estas palabras son una humillación, pero no me importa. Nos entrenan para mirar a los ojos a la muerte. Hemos soportado muerte, resurrección, monstruosidades y locura en esta isla. Pero no puedo volver a la Enéada. No puedo traer a más romanos hasta este reino antinatural.
Cada aliento es una prueba. Hasta las telarañas parecen ofenderse por nuestra presencia. Las paredes inestables y los guardias callados y atentos no parecían intimidados, mas sí se veía en sus rostros un temor imposible de describir. Todo mi cuerpo lo supo: estamos siendo vigilados por algo que desprecia a los humanos.