Cuando tuvo su cabaña a la vista, el pescador dejó de remar. «Gracias», le dijo al esturión. «¿Te puedo pedir un segundo deseo?».
El esturión no respondió.
«Te deseo buena suerte, amigo», continuó el pescador. «Deseo que prosperes, y que los océanos y los ríos sean tan buenos contigo como lo han sido conmigo».