El sueño que tuve anoche fue de lo más extraño.
La criatura hablaba con ecos pequeños y zumbantes. Me resultaba alegre, pero a la vez me dolían los oídos de escucharla. «¡Música, músssica! ¡Solo queremos músssica!». Un mundo entero lleno de ojos como perlas y diamantes me miraba fijamente. El polvo caía de sus innumerables alas brillantes.
Me desperté con dolor de cabeza por el hidromiel de Luis y con una nueva melodía en mi corazón.