Vistazo a la otra vida
Ahora mis ojos están abiertos. Dicen que en el vino está la verdad, y el dulce abrazo de Dioniso me ha revelado innumerables misterios. Mas jamás el néctar de su vino me había mostrado tantas maravillas como las flores de la primavera.
Atrás queda la niebla que cubría esta tierra, y he podido ver más allá de los campos del Elíseo bañados por el sol. Entre las hileras de cáñamo, Pan y sus silvanos danzan sobre sus pezuñas hendidas y hacen sonar sus caramillos mientras las flores de Florescasa brillan cual vino derramado sobre la cosecha. A lo lejos, observé al sabueso Orthos montar guardia con obediencia mientras movía sus cabezas gemelas a uno y otro lado, escudriñando el pasado y el futuro infinito en busca de intrusos. Las rojas reses de su amo rugían y resoplaban lánguidamente sobre el pasto, aguardando el regreso de su divino amo.
Aquí, en este lugar eterno, los dioses me han obsequiado con una pequeña misericordia: el sueño de una vida que quizás nunca conozca, llena de maravillas que temía no contemplar jamás. ¡Alabados sean todos los dioses del Olimpo por ofrecerme este regalo en vísperas de la hermosa primavera!
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