Por orden de Malcolm Rotheschilde, señor de este puesto, todos los peregrinos son bienvenidos en la estación de Primera Luz.
Aquí, la primera luz de Aetérnum invita a todos los que buscan estas orillas. Igual que nos llamó con su sagrado resplandor, llamará a los demás. Pero en su sombra se encuentra el peligro: no salgáis de la estación de Primera Luz por la noche, ya que los demonios mustios infestan la Bahía Rompeolas por el suroeste. Esqueletos de exploradores que tardan en morir; la carne de la que se despojan marca los caminos que advierten a los temerarios: si eliges viajar a la bahía, ninguna partida de rescate saldrá a buscarte, y nadie llorará tu fallecimiento.
También se recomienda tener cuidado con el faro que hay al este. Por las serpenteantes sendas que rodean la base del monumento camina un tipo distinto de muerto, más viejos que nosotros, tal vez más viejos que nadie, pero que aún blanden sus antiguas espadas, y cuyos ojos brillan con Azoth.
Esto no son historias para asustar a los niños. Son la verdad. No los pongáis a prueba.
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