Hemos subestimado a los corruptos. Sabíamos que eran arteros, pero en el fondo creíamos que eran inferiores a nosotros, apenas capaces de hablar y aún aferrados a los ropajes de los antiguos colonos. Para nosotros solo eran unos cascarones vacíos como aquellos que habíamos visto en el sur, esos mustios a los que subyugamos sin piedad mientras nos llevábamos todo lo que podíamos de la isla.
Esta arrogancia nos ha costado la Grieta.
Los corruptos han usado el invierno en nuestra contra. Ahora me doy cuenta de que siempre lo han hecho. No sienten el frío punzante, por eso avanzan con paso firme. Y lo que es peor, el día que atacaron el Gran Puente demostraron que no solo eran inteligentes, sino también capaces de trazar estrategias. Usaron una ventisca para ocultar su presencia en los dos caminos que llevan al puente de tal forma que, si los guardias hubieran dado la voz de alarma, esta se habría perdido en la tormenta. Los corruptos se abalanzaron sobre los soldados que quedaban, pero no los mataron. Los apresaron, les pusieron grilletes y se los llevaron. ¿Adónde? Al norte, quizá. De ser así, no se quedaron allí mucho tiempo, ya que volvieron durante la siguiente estación. Nos quedamos de piedra cuando vimos a los hombres y las mujeres que habíamos perdido en el puente junto a los corruptos.
-D. Prieto, ingeniero
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