Cuando estaba sacando agua del pozo con Elías, el molinero, le conté que Anika había visto a Kathrijn y Adriaen en sueños. Le dejé claro que se trataba de una invención a la espera de que asintiera tristemente y me mostrara su apoyo.
En su lugar, Elías no dijo nada, no porque no me creyera, sino porque parecía asustarle contarme la verdad. Le presioné e incluso amenacé con golpearle hasta que confesó que él también los había visto.
«No están perdidos», dijo. «Todos han vuelto en varias ocasiones, los hemos visto en los campos. Caminan entre los lechos de flores y se van en cuanto intentamos acercarnos. Ahora vamos en parejas porque no queremos que se nos lleve lo mismo que a ellos».
Le dije que, si fuésemos nosotros quienes estuviésemos perdidos, querríamos que nos encontraran. Negó con la cabeza. «Que vuelvan ya es bastante mala noticia. Lo último que necesitamos es ir a buscarlos. Ya no son nuestros vecinos ni nuestros familiares. Pertenecen a la isla».
Marisse
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