Examiné las cenizas de Adriaen a la mañana siguiente. No tenía claro si las llamas lo habían consumido o si simplemente se habría desvanecido, ya que no quedaba hueso alguno ni el menor rastro de él, solo una extraña escultura de madera de color rojo que parecía no haber estado en contacto con el fuego. Pensé que se trataba de un regalo de despedida, algo que le daba sustento y que ni el fuego podía destruir.
No le conté a nadie lo que había encontrado; me limité a enterrar el recuerdo de Adriaen en el campo que había estado labrando para la cosecha y lo recubrí con las cenizas de la pira. Allá donde se encuentre, espero que esté en paz.
Kathrijn
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