La reacción racional de Urashima Ishikawa a los aspectos más fantásticos de las leyendas de la lubina buscada
Mucho se ha escrito sobre la supuesta archienemiga de Perronelle le Noir, Gladys, una criatura mítica de descomunal tamaño. Se teletransporta del mar a los estanques y a las tazas de té. Se mueve con el propósito monomaníaco de aterrorizar a Perronelle.
Bien, que conste que no hay nadie en esta isla a quien respete más que a Perronelle. Ha convertido el oficio plebeyo de la pesca en una auténtica forma de arte. La manera en que controla las mareas, elige el cebo y lanza el sedal con maestría es una verdadera obra de arte.
No obstante, soy firmemente un hombre de ciencia. Nadie ha visto a Gladys salvo Perronelle. Ninguna criatura, perdido, corrupto, tierramarga o lo que sea encaja con sus extravagantes descripciones.
Aunque admiro a mi capitana, no creo más en sus divagaciones náuticas que en los cuentos de las pescaderas de Heian-kyō. Deberíamos esforzarnos para dejar tales supersticiones en el viejo mundo, que es donde pertenecen.