La Tierra miente

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No es nuestra madre...

Una vez consideré a la Tierra mi madre. Una cuidadora cuya ternura dio frutos que sustentarían a sus muchos hijos en las largas noches y el cambio de estaciones. Pero ahora se que me engañaron. Pues los frutos de la Tierra traen consigo un terrible precio. Como recompensa por todo lo que me ha dado estos largos años, me exige todo lo que me es querido. Con nocturnidad y alevosía, sus creaciones más perversas y aterradoras, aquellas que llevan la forma del hombre pero cuya carne está hecha de corteza y zarza, entraron en nuestros hogares con viles intenciones. Y sacaron a rastras de sus camas a mis seres queridos, enviándolos a un fin maldito que escapa a toda comprensión. A día de hoy, su destino sigue siendo un misterio, así que parece que ni el largo beso de la inmortalidad tiene el poder de devolvérmelos. ¿Cómo puede ser una madre tan cruel? ¿Crie a mis hijos para que, cuando crecieran, pudiera arrebatarles aquello que les era más preciado? ¡Nunca se me hubiera ocurrido tal cosa! Ahora sé que la naturaleza es una bruja. Un demonio en la noche. Una cosa cruel e inhumana que no comprende ni el amor ni la piedad. Y así seguiré luchando hasta mi último aliento para apartar sus garras de los corazones de mis hermanos y hermanas, para que no sufran el dolor y el anhelo que atormentan mis sueños y mis pensamientos conscientes. -Eva Gowering