Culpa

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Vine por las razones equivocadas...

He venido a expiar mis pecados. Juré ante el Altísimo y ante mi familia que siempre sería honesta y fiel a mi marido. Y cuando lo juré, a Dios pongo por testigo, lo decía de verdad. Con todo mi corazón, lo decía de verdad. Pero juré una mentira, pues cuando llegué a las orillas de este lugar impío y el tiempo de mi vida se estiró hasta la eternidad, me arrepentí de mis votos de amor. Quizá existan personas mejores que yo, cuyo amor sea más puro o sus juramentos más sinceros. Personas cuyos votos y afectos puedan soportar la marcha infinita hasta el fin de los tiempos, sin dudar, sin cesar. Pero yo no era una de ellas. Cuando deshonré mi matrimonio, el peso de mi pecado fue sofocante. Me arrastró como un ancla en el corazón, hacia lo que me parecían profundidades infinitas. Así que juré que buscaría el perdón. Viajé hasta aquí, a esta tierra extraña, esperando hacerme con las riquezas de las dríades para devolvérselas a mi marido. Creí que, si veía la severidad de mi penitencia, podría perdonarme. Pero aquí no siento el peso de ningún pecado, entre estos bosques y acantilados eternos. Aquí, las grandes responsabilidades de mi vida pasada parecen un recuerdo lejano. Así que quizá en eso deberían convertirse, en un recuerdo, y yo debería permanecer aquí, como una criatura del presente. -Yadira Ahmad