Una página del diario del capitán Hugh Ainsley
Tenny vino a verme esta tarde. No llevaba su librea habitual, sino un tabardo liso con el que daba la impresión de estar desnudo. Tenía una mirada de abatimiento.
«Capitán. He oído que el ministro Lochnir se reunirá con sir Dubois», dijo.
«Sí», le respondí. «Para devolver la corona al verdadero heredero, necesitamos los cuatro sellos». En sus ojos vislumbré un atisbo de duda. Traté de disimular la mía y esperé.
«El verdadero heredero ahora es otro».
Sentí que una ira justiciera me encendía el rostro. «¡Se ha sacrificado!». Nuestra miradas, la suya temerosa, se encontraron, y me di cuenta de que estaba de pie con la espada desenvainada, como si fuera a acuchillarle.
Aparté el arma y le cogí del hombro. «¡Tenny! Los cielos nos han concedido el mayor honor: seguir los pasos de sir Gawain. Lleva la alegría en tu corazón y luce sus colores con orgullo». Vi que se sonrojaba y que sus ojos brillaban con un vigor renovado. «Capitán», me dijo.
- Capitán Hugh Ainsley