Alabados sean los dioses y mi señora
La tierra ha oído nuestra llamada y nos ha ofrecido una solución para combatir la plaga de humanos de nuestra tierra.
Hoy llevé a uno de nuestros prisioneros ante mi señora e invoqué el poder de los dioses. Observé cómo la tierra absolvía a la desdichada y la despojaba de su forma humana. Al principio rechazó este don. Enfurecida, intentó resistirse a la transformación de su carne profana, pero al final, su obstinación fue inútil. No existe mortal que pueda oponerse a la determinación de los dioses.
El resultado fue puro: una fusión de la astucia de la humanidad con la majestuosidad de la naturaleza. Estas hercinias serán los heraldos que aplastarán los bastiones humanos que quedan en Aetérnum; los mensajeros de la cólera de la naturaleza. Extenderán la ira de Artemisa a todos los rincones de esta tierra, limpiarán la mancha de la humanidad y sembrarán las semillas de la pureza y el cambio.
Y cuando esto termine, todos seremos cómo nuestra Madre Tierra siempre ha querido: libres de los deseos codiciosos de la humanidad. Equilibrados. Inmaculados. Perfectos.