Didrik el Loco
El viejo norteño estaba tarado, sin duda. Me sorprendió que pudiera balbucear algo más que maldiciones atribuladas, pálido como un mustio. No percibí rastro alguno del armador genial que un día fue. Lo único que pude ver fue su cadáver hechizado.
No dejaba de divagar sobre un monstruo que mora en el corazón de la tormenta. Lo llamaba «kraken», una bestia similar al leviatán bíblico. Tras mencionar su nombre, me asió con todas sus fuerzas, implorándome algo como si su alma dependiese de ello. «¡No intentes partir! ¡No penetres en la tormenta!».
Dejé al pobre desdichado con una botella de ron. Espero no volver a verlo.
DP
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