La Tempestad y la emperatriz

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Un encuentro predestinado

Hoy recibiremos a una invitada especial. La emperatriz está hecha un manojo de nervios, algo muy impropio de ella. Su gracia habitual cohesiona nuestra corte, ya que su radiante ejemplo nos recuerda cómo debemos comportarnos. A la visitante la llaman en susurros La Tempestad, ya que los demás sirvientes afirman que deja un rastro de muerte carmesí a su paso. Si mi señora llega a un acuerdo con ella, temo que no podamos soportar las consecuencias. El mero hecho de pensarlo me aterroriza, pues aún la atormentan los muchos infortunios que nos han asediado desde nuestra llegada a estas horribles costas, sumados al terrible destino de su pobre hijo. Pero no puedo decirlo. Cada vez está más distante y se ha alejado incluso de mí, a medida que la visita de La Tempestad se aproxima. Cada día trae nuevas calamidades, y no puedo sino implorar que esta Tempestad no perturbe aún más la mente de mi señora. ZL