La gran evasión
Dichosa perra… ¡Pensaba que la tenía dominada, pero me la ha jugado!
Jamás pensé que un cánido tendría la inteligencia necesaria para hacerse pasar por un animal dócil, sobre todo ante alguien con tanta experiencia en la materia como yo. Molly apenas se quejó cuando le puse la correa a través de la valla. Fui amable con ella y le dije que era hora de salir a dar un paseo con la esperanza de que me mostrara su verdadera personalidad en un entorno más abierto. Y esa personalidad es maligna: en cuanto se dio cuenta de que ya no estaba encerrada, mi querida Molly se me echó encima y no paró de darme dentelladas hasta dejarme en las últimas. Cuando volví a despertarme en la cama, había desaparecido. Me imagino que se fue corriendo al norte en busca de su verdadero amo.
Supongo que la cría de perros no es el mejor negocio que se puede montar en este continente. Dicho sea de paso, ahora tengo pulgas. Pulgas corruptas, para más señas. A lo mejor podría montar un circo con ellas…
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