Día 3

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Molly

Tras una batalla a vida o muerte, conseguí liquidar a uno de esos amos con los ojos rojos mientras intentaba capturar un ejemplar adulto. Llevo dos capas de vendas en las manos de forcejear con el perro para hacerlo caer en una trampa improvisada y he dejado un rastro de sangre en la nieve, pero mis esfuerzos no han sido en vano. Escribo estas palabras con mucho dolor, pero también con el orgullo y la satisfacción de ver a mi nueva presa antes de tomarme un merecido descanso. Es evidente que no está acostumbrada a permanecer encerrada, de ahí su inquietud. Además, la trampa no tardará en ceder ante su fuerza. Creo que voy a llamarla «Molly».