Diario de Elric Chapman n.º 92
Esta mañana me desvelaron unos ruidos extraños, como de alguien resoplando. En un estado de confusión, confieso que al principio creía que eran los ronquidos de mi madre. Pero, al recuperar los sentidos, me di cuenta de que estaba lejos del asentamiento y de que el sonido era de claro origen animal. Estaba claro que uno de los bisontes estaba olfateando en la puerta de mi tienda.
Me senté, como una estatua, temiendo perturbar a la bestia y malgastar una oportunidad de estudio de cerca. Golpeó y movió algunos artículos y se dedicó a masticar los postes de la tienda durante un rato hasta que se marchó. Cuando por fin consideré seguro aventurarme, ¡me di cuenta de que la bestia se había marchado con mi bolsa de raciones!
Pude seguirle desde una distancia segura y recuperar mi propiedad robada cuando fue a beber al río. Puedo oírlo gruñendo en la distancia, como si lamentara la pérdida de mi alijo de manzanas y del pastel de saúco de mi madre. Puede parecer una locura, pero no logro quitarme la sensación de que sus resoplidos tienen un ritmo familiar...