Preguntas en la oscuridad

Con la sobriedad y la luz del día, Zadok se mostró mucho más reservado. Me despachó murmurando vaguedades. Más tarde, volví a poner en práctica mi estratagema de parranda, pero con resultados mucho más magros. Con la vejiga hasta los topes, salí a aliviarme a la calle. De repente, un hombre enorme como un ogro se me aproximó en el callejón, arrinconándome contra la pared. Su aliento apestaba a perdido. Pensé que el muy bruto iba a ejercer la violencia. Pero lo que hizo fue susurrar esto: «¿Has oído su música? ¿Has visto a la Reina Esmeralda?». Antes de que pudiera hacer algo más que balbucear, el gigante salió corriendo hacia el bosque, con una risita que sonaba demasiado infantil para sus titánicas dimensiones. -Ichabod Shaw