[La página está quemada, pero parece que se escribió en ella después de que saliese ardiendo, no antes].
Me tiemblan las manos al escribir esto. He sido un insensato. Primero el pináculo, la gran luz... la luz creció por encima de mí como el albor del segundo día, y mi corazón se llenó de esperanza; y de nuevo sucedió cuando vi cómo las antorchas que hay lo largo de la carretera principal florecían formando llamas azules. ¡Era como si hubiera despertado a la mismísima isla!
Entonces... entonces el pináculo marcó un terrible silencio cuando la luz que emanaba de él se congeló en el aire, como paralizada por tocar la Tierra. Lo confieso... Me consumía un temor creciente, así que hui por la carretera mientras las llamas azules guiaban mis pasos... como se vio después, hasta aquí: hasta las Ruinas del Templo de antes.
El Templo no era un santuario. ¿Me han convocado aquí las llamas celestes? Lo que ocurriese en el pináculo también había tocado esto, despertando algo terrible. Vi que el mismo fuego azul que encendía las linternas del camino ardía ahora en el pecho de las figuras esqueléticas que antes creía muertas... ahora veo que no estaban muertas: simplemente dormían. Ahora caminaban, espadas en mano, rodeando el Templo con oscuras intenciones. ¿Qué será lo que he despertado?
Que los poderes de Aetérnum se apiaden de mi alma.
-Grenville
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