Salida

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17 de enero. Hace unos días tuve una extraña visita. Una francesa, M. Cartier, curtidora de pieles de búfalo. Aunque extrañamente tenía más aspecto de cazadora. Había oído hablar de mí y del piano, y me buscó para verlo por sí misma. Parecía sorprendida por mi disposición, pero no preguntó demasiado sobre ello. Me dio la impresión de que había perdido a alguien, aunque parece estar en paz con ello. Algo inusitado por mi parte, le pregunté cómo había logrado superarlo. Dijo que fue la propia isla la que la despertó. Algunos lo vieron como un infierno, una maldición, un purgatorio... otros como un paraíso; pero nadie sabía con certeza de lo que se trataba. Dijo que se trataba de la vida, que la isla dio a luz a todo un mundo de maravillas para alimentar nuestra curiosidad. «No somos los primeros en estar aquí», me dijo. «Hubo otros aquí, se puede ver en las ruinas que hay hacia el norte, en las Grandes Esferas de las llanuras. Todo esto que nos rodea fue una vez una ciudad». Pregunté por lo que sucedió a la ciudad y a la gente que vino antes que nosotros. Sonrió y me dijo: «M. Grenville, tal vez haya venido a este lugar para responder a esa pregunta». Durante los últimos días le he dado muchas vueltas a sus palabras. Buscaré las estructuras e intentaré darles algún sentido; es mejor que quedarse aquí y dejar que se siga acumulando polvo sobre las teclas del piano. R. Grenville