Un decreto
No importa lo que yo escriba. Ninguno de vosotros podéis leerlo. Ya no queda nadie que pueda desafiarme.
Si hay alguien vivo que lea este mensaje, que venga a verme a lo alto del pináculo. Lo único que quiero es oír la voz de otro ser vivo.
Prometo que no te arrebataré el alma.
- Así rezan los cantos de la reina sirena
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