Hallado en Arturo
La mirada del alabardero es calculadora y fría. Esas cuencas vacías en las que debería haber ojos me paralizan y me llenan de terror. Desde donde estoy, puedo evitar su mirada, temblando como una hoja mientras me preparo para enfrentarme al guardián blindado.
Agarro mi hacha con manos vacilantes y recito una oración.
Que la Providencia guíe mi alma.
-Kensington
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