Un lamento por la cordura perdida
A quienes aguardan vigilando:
Qué lejos hemos caído cuando quienes nos protegen se vuelven contra aquellos a los que juraron defender. Cuando un hombre, por el dolor de una pérdida, se siente culpable, no de ningún pecado de gravedad, sino de sucumbir ante el dolor. ¿Realmente el afán por vivir nos ha llevado hasta tal extremo?
¿Cuál es mi delito? Si lo es mi deseo de vivir cuando me han arrebatado lo que más amaba, lo confieso. Si lo es aferrarme a la fe en un mundo de horrores, lo confieso. Si lo es amar a mi familia y buscar su bien, lo confieso. Soy un hombre orgulloso, mas estoy listo para rogar por la salvación de todo lo que he dejado atrás. Si me juras, delante de Dios Todopoderoso, que mis hijas no sufrirán ningún daño, me postraré sin rencor.
De lo contrario, haré lo que esté en mi mano para escapar de ti.
-Adalbert