Hallado en la aldea de Ocaso, escrito con esmero y buena caligrafía
A lo mejor si escribo mi historia terminarán las pesadillas. Aquí va:
Estuve quemando carbón en el bosque y cuando llegué a casa, ya era tarde. La luna estaba alta y brillaba lo suficiente como para ver con claridad. Oí un ruido extraño en un claro al este, así que fui a ver qué era.
El claro estaba lleno de burros, un rebaño entero. No estaban paciendo ni trotando por ahí. Estaban quietos, como si escuchasen a alguien. El que tenía más cerca estaba embridado, y los aperos estaban podridos, como si llevasen ahí un siglo.
Algún ruido debí de hacer, pisé una rama o algo así. Todos se giraron y me miraron. Todos, al mismo tiempo. Bajo la luz de la luna, veía la parte blanca de sus ojos, brillante, mientras los giraban de un lado a otro, como rabiosos. De repente abrieron sus quijadas y chillaron, con un estruendo inaudito.
Salí corriendo. No podría haber corrido más ni aunque todos los demonios hubieran ido tras de mí. El sonido de sus pezuñas me persiguió por todo el bosque, hasta que llegué a casa.
No puedo contarle esto a los vecinos, o se reirán de mí y acabarán desterrándome a gorrazos. Imagínate: lo más aterrador que he visto jamás es un puñado de burros.