Esta carta se ha borrado con el paso de los años
Me tiembla la mano al escribir esto... Apenas puedo creerlo. Hemos estado buscando una ruta hasta los Guardianes por insistencia de Isabella, pero la isla no nos lo ha puesto nada fácil. Isabella —y, sorprendentemente, el hereje— nos han acompañado en nuestras expediciones, como si quisieran ser los primeros en llegar hasta los Guardianes. Temo que Isabella se frustre cada vez más a medida que la isla frene nuestro avance.
Lo ocurrido ayer, no obstante, ha hecho que tema aún más a este lugar. Estábamos buscando un camino hacia el sur cuando el hereje tropezó con una roca y dio con un sendero oculto entre la maleza. Al despejarlo, llegamos a una cala... A diferencia de la costa de la que habíamos partido, la cala tenía un aire siniestro, pero no le dimos mucha importancia. El sol estaba a punto de ocultarse y, en lugar de arriesgarnos a regresar en la oscuridad, decidimos montar un campamento.
Al caer la noche, reparamos en las luces... Al principio, pensamos que quizá se trataba de niebla, pero su forma recordaba a seres humanos... o a fantasmas. Presa del pánico, abandonamos a toda prisa el campamento y nos dispersamos por el bosque. Pasé la noche escondido en una cavidad en la roca y, con la llegada del amanecer, intenté encontrar cualquier punto de referencia que me guiara de vuelta al campamento.
Por el camino, me topé con la capitana Isabella y parte de la patrulla. Habían desaparecido tres... Cuatro, contando conmigo, e Isabella me soltó un furioso sermón por mi huida. Le pregunté sobre las formas fantasmales que habíamos visto en la oscuridad. Ella insistió en que eran el motivo por el que deberíamos permanecer juntos y evitar cualquier contacto con otros en la isla. Dirigió una extraña mirada al hereje, que se limitó a decir: «A veces, quienes mueren aquí no regresan en carne y hueso. Esos hombres pertenecían a la Santa María, pero no alcanzaron la costa como nosotros... Ahora, sus espíritus vagan... a la deriva. La isla está repleta de fantasmas como ellos».
Los hombres palidecieron al oír esto. La capitana Isabella dijo que evitaríamos la zona y continuaríamos hacia el sur. Los hombres han bautizado en secreto el lugar como «Costa de los Ahogados», y han susurrado oraciones por los tripulantes que perecieron con la esperanza de que encuentren el camino de vuelta a Dios.
R. Velázquez