Cuaderno de bitácora del barco desvaído
...el viento ha amainado, así que me estoy dedicando a dejar constancia de mis pensamientos para no olvidarlos. Isabella no era nuestra capitana cuando oyó por primera vez el rumor del hereje «inmortal». Desconozco si se trataba de las habladurías de los sacerdotes o los alquimistas, pero parecía algo ridículo.
Sé que los alquimistas no le dieron mucha importancia a las afirmaciones del hombre sobre la eterna juventud, pero sí a los viales azules que llevaba encima cuando lo sacaron de las aguas del Atlántico. El hombre se refería al fuego azul como «Azoth», y el nombre se popularizó. Sus propiedades eran misteriosas, casi mágicas, y, al parecer, procedía de una isla desconocida en el Atlántico. Los alquimistas afirmaban que el Azoth podía ganar guerras y someter naciones enteras... si alguien lograba encontrar su fuente. Por insensato que parezca, ese fue el motivo por el que nos embarcamos.
Pero los intereses de la capitana Isabella no parecían limitarse al Azoth. Ella tenía más curiosidad por el hombre que había sido rescatado, y escribió una carta a la Iglesia solicitando permiso para visitarlo. Al principio, los sacerdotes se negaron, pero Isabella insistió de nuevo —ahora con el apoyo de la Corona— y la Iglesia acabó cediendo, obligada.