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Estamos tan cerca ya... que ni siento el frío. El hereje me ha preguntado por qué voy tan lenta, y le he respondido que... Ha pasado tanto tiempo... Ojalá pudiera parar un momento. Parar y rezar por que este sea el camino correcto.
Rezar me resulta extraño. Me trae recuerdos de una sencilla capilla de piedra... al otro lado del jardín, bajo la sombra de los árboles. En el lugar que fue mi hogar.
El hereje parece compartir mi recuerdo, porque sonríe. El hereje —ese no es su verdadero nombre—, seguramente un antiguo sacerdote, ha dicho la verdad. «Solo un poco más», me anima. «Vamos, Isabella». Pero no oigo su voz.