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El hereje guía a nuestro pequeño grupo ahora, los más fieles de mis hombres. No puedo seguir malgastando mis fuerzas con Keyes y los traidores de la San Cristóbal... Debo hallar el poder prometido y apoderarme de él antes de ocuparme de una vez por todas de los traidores.
El hereje nos ha guiado hasta un profundo cañón que la carretera antigua salva mediante un puente. No sé quién lo construyó, y el hereje no suelta prenda. Creo que lo sabe, pero no desea decirlo, como si no tuviera importancia.
Me pregunto adónde nos conduce, y si realmente sabe dónde se encuentra la fuente de la eterna juventud. Lo único que hace es asentir y pedirme que tenga paciencia. Aún nos queda un largo camino por recorrer. No sé cuánto nos durarán las provisiones. Al hereje no parece importarle... Tampoco parece padecer sed o hambre.
A menudo veo manchas rojas por el rabillo del ojo... Tonos carmesíes que recuerdan al ocaso se dibujan en los rostros de mis hombres a plena luz del día... y también a la luz de la hoguera. Nuestras almas están mancilladas. O purificadas.
Isabella