Esta carta se ha borrado con el paso de los años
La expedición sufre. Al principio, padecimos la falta de viento, y ahora recibimos el embate de las tormentas. Tengo la impresión de que navegamos en círculos, siempre bajo las órdenes de Isabella, y de que la información proporcionada por el hereje tiene como único objetivo hacernos perder el tiempo, las provisiones y la fe. La comida se nos acaba, y la tensión aumenta entre la tripulación.
Sospecho que la tripulación culparía a Isabella si no fuera por sus episodios de enfermedad, que parecen no tener relación alguna con la navegación, pues la fiebre se apodera de ella cuando amainan los vientos. El padre Dante la cuida en esos momentos. Cuando las tormentas nos asedian, ella siempre está en cubierta haciendo gala de una autoridad y capacidad de mando que nadie osa desafiar. Los hombres la temen, y justo cuando parece que en sus ojos empieza a dibujarse la sombra de la traición, su mera presencia aplaca sus dudas. Es una extraña clase de poder... Isabella no recurre a los hechos para intimidar a quienes la rodean, sino a la convicción. Incluso yo la temo.
No le he mencionado mi diario, ni las cartas que traje de casa en las que narro nuestra travesía. Tengo la extraña sensación de que Isabella no lo aprobaría.
- F.